[Aviso: momento nostalgia ]
Aunque disfrutables todo el año, el verano es época de helados. Cada año, cuando comienzan las campañas publicitarias de las principales marcas y resurgen las heladerías, recuerdo con nostalgia mi infancia y los helados que acompañaron mis vacaciones durante muchos años. Modelos de nombres y sabores que ya desaparecieron del mercado pero que tanta gente de mi generación recordamos con cariño (incluso se pueden encontrar vídeos de los anuncios de entonces pululando por la red).
Cuando llegaba el final de mayo, mi madre solía dejarnos por las tardes a mi hermano y a mi jugando en el parque que hay enfrente de nuestro antiguo colegio, mientras ella se quedaba charlando en la terracita de la cafetería que había entonces con otras madres. Era en esas ocasiones cuando podíamos tomar uno de los helados que se anunciaban en esos carteles llenos de colores ofertando todas las novedades de la marca de turno, a las que se suman los días sueltos que iba toda la familia a alguna playa. Porque en realidad nosotros éramos más de helados de "heladería", para entendernos, de bolas en tarrinas o cucuruchos. ¡Qué tiempo tan feliz en el que no era intolerante a la lactosa y podía disfrutar de cualquier sabor sin desagradables consecuencias! Mis favoritos: stracciatella y avellana.
El pasado fin de semana fui con mi padre a Balsicas, pequeña localidad cercana a nuestra casa del campo donde solemos acercarnos para comprar productos de alimentación a su supermercado (Supercerca, siempre me ha hecho gracia el nombre). En los últimos tiempos ha aumentado su oferta de productos gracias a tantísimos turistas ingleses y a inmigrantes de diferentes culturas. Ya he comentado alguna vez que aprovecho esta circunstancia para conseguir productos antes impensables, como la panela, harissa, Marmite, caster sugar... Pero no pude evitar sonreír al ver que, entre tanto producto de importación y novedades, siguen vendiendo el típico y (y casi viejuno) helado en bloque rectangular con sus sabores estrella: turrón, chocolate-vainilla, nata y tutti frutti. Esos helados largos envueltos en cartón que se cortan en bloques para servirlos entre dos galletas que venden aparte; seguro que a muchos de vosotros os suena. Y es que recuerdo cómo de pequeña, cuando alguien del campo iba a comprar a La Tercia o a Balsicas, solía traer helados de este tipo para todo el mundo y los niños corríamos emocionados a por nuestra porción, que disfrutábamos normalmente acabando con chorretones pegajosos de helado derretido por la casa y las manos.
Mi máquina de helado está en Murcia porque no hay más sitio en nuestro pequeño apartamento, y porque creo que por el momento le sacaré más partido en las temporadas que paso por allá. No pude evitar preparar el primer helado de la temporada en mi última visita, y es que ya tenía fichada la receta desde que la vi en el delicioso blog de Cannelle et Vanille. Ajustándolo a mis necesidades nutricionales, salió un helado riquísimo, cremoso, suave, con el maravilloso aroma del cilantro.
Basado en la receta de Cannelle et Vanille
- 170 ml de leche de soja
- 1 cucharada (15 ml) de yogur natural
- 2 cucharadas de semillas de cilantro
- 450 gr de queso cremoso bajo en grasas
- 125 gr de azúcar
- 1/4 cucharadita de sal
- 1 cucharada de licor al gusto (opcional)
- 3-4 cucharadas de compota de fresa (o mermelada reducida con un poco de agua al fuego)
Tostar unos minutos las semillas de cilantro en una sartén al fuego medio sin nada de aceite, hasta que empiecen a soltar su aroma. Machacar un poco groseramente con ayuda de un mortero y mezclar con la leche de soja. Calentarla en un cazo hasta que rompa el hervor; apagar y dejar infusionar hasta que se enfríe. Colar para retirar las semillas. Mezclar en un recipiente la lche, el yogur, el queso, el azúcar, la sal, y el licor si se usa, hasta que quede una mezcla homogénea, con el azúcar disuelto. Tapar y dejar enfriar en la envera como mínimo dos horas.
Cuando la mezcla esté bien fría, proceder a elaborar el helado siguiendo las instrucciones de la heladera. Cuando ya esté bastante sólido, añadir la fresa incorporando cucharadas a medida que la máquina sigue batiendo la mezcla, o simplemente mezclar batiendo a mano, lo justo para que la compota no se integre demasiado al helado. Colocar en un recipiente de cierre hermético y congelar hasta que se puedan formar bolas.
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