Sé que todo el mundo tendrá ya superada la Semana Santa y la vorágine de torrijas que nos ha inundado este año -¿soy yo o últimamente vuelven con más fuerza?-, pero no quería pasar página sin dejar por aquí algunas pinceladas de mis "vacaciones" de este año. Hace justo una semana que regresé a Madrid, o mejor dicho, que estaba a punto de coger el tren, y los días siguientes han pasado volando. Lo gracioso es que la semana que viene tengo otra visita exprés a mi tierra porque se casa mi prima y no podía perderme la boda, así que ya veremos cómo me organizo para publicar las recetas que tengo pendientes este mes. Sin más preámbulos, aquí os dejo un poco de mi Semana Santa 2016, que ha sido muy tranquila y familiar :).


Mi padre no tenía más vacaciones este año que los días festivos de rigor, y como los presupuestos familiares tampoco están para muchos sustos no teníamos organizados viajes ni grandes eventos para estos días. Simplemente, a disfrutar relajadamente de unas fiestas en familia y poco más, con un Jueves Santo muy tradicional en Ikea -ejem- y el Viernes Santo, eso sí, con escapadita a Cartagena. Hacía mucho tiempo que no visitaba la ciudad portuaria y tenía ganas de ver el mar, porque en verano no me llevo muy bien con la playa.


Cartagena es una ciudad preciosa que ha recuperado en los últimos años gran parte de su patrimonio histórico-artístico, y es una visita muy recomendable para el turista que llega por la costa o por tierra. Tras los primeros días de la semana, lluviosos, el resto de jornadas tuvimos solazo y calorcico en la Región, pero en Cartagena la brisa marina soplaba con fuerza y era muy agradable pasear junto al puerto con el solecico y el fresco al mismo tiempo. Era festivo y había mucha gente, claro, pero no fue especialmente agobiante. El centro también es muy bonito, con edificos antiguos restaurados y luciendo para la ocasión, ya que la Semana Santa en Cartagena tiene gran importancia con procesiones y pasos notables, aunque no nos quedamos a ver ninguno. Para eso sí que había demasiada gente, y no somos muy de multitudes -ni de procesiones, para qué engañarnos-.

A la hora del aperitivo-comida estaba todo hasta arriba, pero encontramos una mesa en un restaurante-taberna del centro histórico con personal desbordado pero muy servicial y trabajador, ni una queja por esa parte. Da gusto encontrarse a camareros y demás hosteleros profesionales de verdad, que saben cómo manejarse en situaciones de estrés y cómo tratar al cliente. Compartimos unas cuantas tapas y raciones típicas -ese estupendo tomate partío tan bien acompañado, ese maravilloso pulpo a la cartagenera, esas alcachofas de temporada...- y luego pude satisfacer mi antojo de helado en una heladería de esas de toda la vida con sabores como el mítico tutti-frutti.

En Murcia seguí trabajando un poco, pude ponerme al día de series, ayudé a mi madre en la cocina y horneé los dulces que ya os he enseñado -y algunos más que me falta compartir-. Fuimos al campo, salí a correr por la mota del río, con lluvia, sol, viento, jinetes, patos, ciclistas y muchos paseantes con perros de todas las razas imaginables. Paseé por el centro, reencontrándome con mis rincones favoritos y descubriendo locales nuevos, presenciando algunos tramos de algunas procesiones y tomando buen café en buena compañía.
Las Fiestas de Primavera dieron comienzo el domingo de Gloria, cuando ya se retiraba el último paso con Cristo Resucitado, y aunque no pude vivir el desfile del Bando ni ir a comer a una barraca, sí que me recorrí la ciudad para ver todo lo que las Peñas Huertanas habían montado. Pasearse por las calles en fiestas es un reto para el estómago, pues durante todo el día salen aromas a guisos, asados y platos típicos que abren el apetito a la hora que sea.


Me gustó el mini poblado huertano que montaron este año junto al río, en la Plaza de la Cruz Roja, recreando una casa típica de la huerta, con su huertecico, su horno de piedra, sus animales de granja, sus herramientas de trabajo y sus huertanos vestidos para la ocasión, preparando tortas de naranja y otras recetas tradicionales. En la casa del campo de mis padres tenemos muchas cosas prácticamente iguales, heredadas de mis abuelos :). Me gusta que se conserven estas tradiciones, y sobre todo, que los niños puedan conocerlas de primera mano.


Tengo muchas ganas de volver a pasar las Fiestas de Primavera completas, y de que el elfo pueda venirse también a vivirlo conmigo. Necesito vestirle de huertano y aprovechar que mide 1,92 m para que se pelee con las multitudes para coger los regalos que tiran los sardineros en el Entierro de la Sardina -una locura que sólo me he atrevido a experimentar una vez-. Sé que cada ciudad y cada pueblo tiene sus fiestas y ese algo que las hacen especiales, pero estas son las de mi tierra, y me encantan, aunque no sean perfectas. Y ay, cómo se valoran más estas cosas cuando te has marchado a vivir fuera.

Bueno, ahora tengo que pensar si me torturo buscando un vestido nuevo para la boda o me apaño con último que usé, ya que la familia no lo ha visto :P.
¡Feliz semana!


Mi padre no tenía más vacaciones este año que los días festivos de rigor, y como los presupuestos familiares tampoco están para muchos sustos no teníamos organizados viajes ni grandes eventos para estos días. Simplemente, a disfrutar relajadamente de unas fiestas en familia y poco más, con un Jueves Santo muy tradicional en Ikea -ejem- y el Viernes Santo, eso sí, con escapadita a Cartagena. Hacía mucho tiempo que no visitaba la ciudad portuaria y tenía ganas de ver el mar, porque en verano no me llevo muy bien con la playa.


Cartagena es una ciudad preciosa que ha recuperado en los últimos años gran parte de su patrimonio histórico-artístico, y es una visita muy recomendable para el turista que llega por la costa o por tierra. Tras los primeros días de la semana, lluviosos, el resto de jornadas tuvimos solazo y calorcico en la Región, pero en Cartagena la brisa marina soplaba con fuerza y era muy agradable pasear junto al puerto con el solecico y el fresco al mismo tiempo. Era festivo y había mucha gente, claro, pero no fue especialmente agobiante. El centro también es muy bonito, con edificos antiguos restaurados y luciendo para la ocasión, ya que la Semana Santa en Cartagena tiene gran importancia con procesiones y pasos notables, aunque no nos quedamos a ver ninguno. Para eso sí que había demasiada gente, y no somos muy de multitudes -ni de procesiones, para qué engañarnos-.

A la hora del aperitivo-comida estaba todo hasta arriba, pero encontramos una mesa en un restaurante-taberna del centro histórico con personal desbordado pero muy servicial y trabajador, ni una queja por esa parte. Da gusto encontrarse a camareros y demás hosteleros profesionales de verdad, que saben cómo manejarse en situaciones de estrés y cómo tratar al cliente. Compartimos unas cuantas tapas y raciones típicas -ese estupendo tomate partío tan bien acompañado, ese maravilloso pulpo a la cartagenera, esas alcachofas de temporada...- y luego pude satisfacer mi antojo de helado en una heladería de esas de toda la vida con sabores como el mítico tutti-frutti.

En Murcia seguí trabajando un poco, pude ponerme al día de series, ayudé a mi madre en la cocina y horneé los dulces que ya os he enseñado -y algunos más que me falta compartir-. Fuimos al campo, salí a correr por la mota del río, con lluvia, sol, viento, jinetes, patos, ciclistas y muchos paseantes con perros de todas las razas imaginables. Paseé por el centro, reencontrándome con mis rincones favoritos y descubriendo locales nuevos, presenciando algunos tramos de algunas procesiones y tomando buen café en buena compañía.
Las Fiestas de Primavera dieron comienzo el domingo de Gloria, cuando ya se retiraba el último paso con Cristo Resucitado, y aunque no pude vivir el desfile del Bando ni ir a comer a una barraca, sí que me recorrí la ciudad para ver todo lo que las Peñas Huertanas habían montado. Pasearse por las calles en fiestas es un reto para el estómago, pues durante todo el día salen aromas a guisos, asados y platos típicos que abren el apetito a la hora que sea.


Me gustó el mini poblado huertano que montaron este año junto al río, en la Plaza de la Cruz Roja, recreando una casa típica de la huerta, con su huertecico, su horno de piedra, sus animales de granja, sus herramientas de trabajo y sus huertanos vestidos para la ocasión, preparando tortas de naranja y otras recetas tradicionales. En la casa del campo de mis padres tenemos muchas cosas prácticamente iguales, heredadas de mis abuelos :). Me gusta que se conserven estas tradiciones, y sobre todo, que los niños puedan conocerlas de primera mano.


Tengo muchas ganas de volver a pasar las Fiestas de Primavera completas, y de que el elfo pueda venirse también a vivirlo conmigo. Necesito vestirle de huertano y aprovechar que mide 1,92 m para que se pelee con las multitudes para coger los regalos que tiran los sardineros en el Entierro de la Sardina -una locura que sólo me he atrevido a experimentar una vez-. Sé que cada ciudad y cada pueblo tiene sus fiestas y ese algo que las hacen especiales, pero estas son las de mi tierra, y me encantan, aunque no sean perfectas. Y ay, cómo se valoran más estas cosas cuando te has marchado a vivir fuera.

Bueno, ahora tengo que pensar si me torturo buscando un vestido nuevo para la boda o me apaño con último que usé, ya que la familia no lo ha visto :P.
¡Feliz semana!
Komentar
Posting Komentar